Posiblemente el olfato sea el mejor predictor para saber si dos personas se van a entender sexualmente. Cuando alguien nos embriaga por el olor, es muy posible que gocemos de relaciones sumamente placenteras, compenetradas y satisfactorias con esa persona. Si, por el contrario, por su olor natural nos genera rechazo, asco o repugnancia, difícilmente desearemos compartir con ella nuestras relaciones más íntimas.
FEROMONAS
Las feromonas (del griego Phero, “llevar”, y Hormon, “excitar”) se encargan de ello. Son unas sustancias químicas que, en cantidades minúsculas, liberamos por la piel al entorno y percibimos a través del sistema vomeronasal (VNO), situado en una zona profunda del sistema olfativo y que conecta directamente con el cerebro provocando reacciones muy potentes, de manera casi automática y muy inconsciente.
Muchos animales las utilizan para anunciar sus pretensiones territoriales, su posición en la cadena de mando o sus necesidades e intereses sexuales. Algunos árboles las exudan para atraer a determinados pájaros y protegerse así de los insectos. Algunos insectos las emplean para desestabilizar el metabolismo de sus competidores.
En jardinería, cada vez se utilizan más con fines diversos. En los humanos, las volátiles feromonas sexuales participan en procesos relacionados con la fertilidad, siendo cruciales en la regulación del ciclo menstrual-ovárico, en la atracción-rechazo de pareja e incluso en la sincronización durante el acto sexual. Se ven influidas por estados físicos y psicológicos como el miedo, la tensión nerviosa, el dolor o la excitación.
Se liberan a través de las aromáticas glándulas apocrinas (las responsables del olor corporal característico de cada persona), situadas en los párpados; las orejas; los labios; las axilas (la transpiración de las axilas de hombres y mujeres influye en la sincronización y regulación del ciclo menstrual-ovárico); los pezones (es el aroma que sigue el bebé hacia su fuente de alimento); el ombligo; el pubis y la región genital-anal; en concreto, la zona del perineo; los jugos amatorios y la eyaculación, bajo el prepucio del varón; y en la suave piel interna de los labios mayores y menores de las mujeres.
Nuestra aura olfativa se puede mejorar considerablemente educándonos en la alquimia del amor. Por supuesto, la higiene es fundamental, pero también influye la alimentación, la armonía de los estados de ánimo, los hábitos saludables de vida, la cosmética personalizada bien seleccionada y el uso de condimentos y aromas naturales a modo de afrodisíacos olorosos.
Todas las culturas los han usado: almizcles, humos aromáticos para impregnar las zonas más íntimas, aceites corporales, esencias de especias y flores,… no solo con el fin de camuflar los olores más fuertes que pudieran considerarse repulsivos, sino también para ayudar a regular y mejorar las propias fragancias naturales. Por ejemplo, para mejorar el aliento y gozar de besos más agradables, el paloduz puede ser un buen recurso cuyas virtudes ya destacaba El Dioscórides.